Juicio a una zorra
Dramaturgia y dirección Miguel del Arco
Sobre la obra
Ante una larga mesa ceremonial repleta de botellas de vino y copas de cristal aparece una mujer de cabellera rubia, vestido rojo y tacones de vértigo. Es Helena de Troya, también conocida como Helena de Esparta, Helena la argiva, Helena la aquea o Helena la zorra. Porque quien ha pasado a la historia como la mujer más hermosa que ha pisado la Tierra, cuya inalcanzable belleza desencadenó la más célebre guerra de la Antigüedad, es también una de las mujeres más vilipendiadas que recuerdan las crónicas, la adúltera reina de Esparta. Al menos esa es la versión oficial. Pero ha llegado el momento de que la mirada femenina reescriba su propia versión del mito. “Yo solo tomé una decisión, posiblemente la única que tomé en mi vida. La de amar a un hombre por encima de todas las cosas. Los hechos que le siguieron fueron decisiones de hombres poderosos obsesionados con la posteridad y la riqueza”.
Carmen Machi asalta el escenario para reclamar el derecho a elegir las palabras que conformen la historia de Helena y comparecer ante el público en busca de justicia. La mujer fatal que otros inventaron se convierte aquí en una reina marcada por el tiempo, el alcohol y el dolor que nos cuenta los acontecimientos que desencadenaron la Guerra de Troya, ajusta cuentas con Teseo y Menelao, reprocha sus actos a Agamenón, Ulises y Aquiles, y desafía al mismísimo Zeus, de quien ya no teme ni sus rayos. Y siempre con Paris, su único amor, en el recuerdo. “Esta noche voy a someterme voluntariamente a vuestro juicio a pesar de haber sido condenada de antemano. Pero esta noche las palabras que den forma a los hechos serán las mías”, explica Helena. Y levanta su copa de vino como si lanzara un brindis al cielo.
Con ecos de Homero y Offenbach, Miguel del Arco reescribe el mito clásico en un monólogo apasionado e intenso que nos presenta a una Helena ansiosa por reivindicar su dignidad.