La señora y la criada parece ser la reescritura del propio Calderón sobre otra obra suya, El acaso y el error. Enredos, confusiones, padres que quieren casar a sus vástagos en contra del dictado de su corazón, criados y criadas que hacen lo que pueden con los dictados de los suyos… Nada nuevo en la llamada comedia palatina, esta suerte de subgénero de la comedia de enredo protagonizada casi siempre por miembros de la nobleza zarandeados por los más populares instintos. Esta mezcla entre lo más elevado y lo más popular, ya sea por rango social o por la forma de expresar sus cuitas amorosas, encuentra para La señora y la criada un marco perfecto en Italia. Imagino que Calderón dispone la acción en el país vecino por las mismas razones por las que Shakespeare hace aparecer a Viola en las costas de la exótica Iliria: rebajar el encorsetamiento de las normas sociales y sortear la censura.

Decía que no había nada nuevo en este Calderón que no hayamos visto en otros títulos de nuestro Siglo de Oro. La elección de este texto, tan poco representado, no vino motivada por un afán arqueológico sino por la risa. Buscaba una comedia y soltar unas cuantas carcajadas en una primera lectura me pareció un comienzo prometedor. Se añade, evidentemente, el verso deslumbrante de Calderón, tan juguetón en esta pieza que llega incluso a la autoparodia.

Recuerdo que el primer día de ensayos le dije a la compañía: pongámonos serios que hacemos comedia. Este rigor es el que ha marcado el día a día de nuestros ensayos. Es una tarea ardua y minuciosa encontrar la pretendida facilidad con la que deben fluir la acción y el ritmo en cualquier comedia, mucho más si ésta es en verso. Espero que las risas durante la representación prueben que lo hemos conseguido. Que empiece el mambo… italiano.

Miguel del Arco