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Una charla con María Morales

Una charla con María Morales
26 octubre, 2016 quino

EL PAVÓN TEATRO KAMIKAZE: ¿Cómo llegas al proyecto de La distancia?

MARÍA MORALES: Por Luz Valdenebro y Estefanía de los Santos, con las que coincidí en Urtain. En aquel montaje hicimos mucha piña y hemos terminado siendo amigas. Un buen día, Luz propuso buscar un texto y un director para trabajar juntas. Estefanía había trabajado mucho con Pablo Messiez, que acababa de leer Distancia de rescate de Samanta Schweblin, y le pareció que las tres encajábamos muy bien para llevarla a escena.

EPTK: ¿Qué recuerdas de la época de Urtain? Fue todo un acontecimiento escénico…

M.M: A nivel profesional, era de lo primero que hacía en Madrid. Fue alucinante y nos sorprendió a todos. La función tocaba mucho al público y trascendió. Es de esas veces que se alinean los astros para que todo fluya de manera espectacular. Estuvimos dos años de gira y en varios países, y adonde íbamos funcionaba. Había algo mágico en esa obra.

EPTK: ¿Es difícil encontrar una obra como La distancia, con tres personajes femeninos tan rotundos y equilibrados en escena?

M.M: Es una historia de mujeres en la misma medida que El plan es una obra en torno a hombres. Y está muy bien que así sea porque existen pocas obras de mujeres que, de alguna manera, no aparezcan vinculadas a una historia con un hombre. Las obras de Pablo en general cuentan con personajes femeninos muy potentes y contundentes, que es como tradicionalmente solemos ver a los personajes masculinos en el teatro. Porque en muchas ocasiones a las mujeres se nos utiliza como personajes accesorios para la historia. Aquí no, son mujeres independientes y con peso propio.

“Con La distancia me suceden cosas físicas que nunca me habían ocurrido antes”

EPTK: Pablo Messiez establece vínculos muy sólidos con sus intérpretes. Estefanía de los Santos es una actriz recurrente en sus montajes y tú repetirás con él en Todo el tiempo del mundo.

M.M: Es muy amoroso. Y no me refiero a pegajoso, sobre todo en una profesión en la que somos todos muy tocones y besucones, sino de amor y respeto al ser humano que tiene enfrente. Y de disfrute. Si trabaja contigo no es porque quiera sacar de ti algún resultado, sino que te mira y disfruta del proceso contigo. Y es muy listo, tiene mucho teatro en el cuerpo y una ausencia total de ego. Con él nunca hay luchas de poder, crecemos juntos, acoge muchas de nuestras propuestas y te deja claro que estamos todos en el mismo barco. Deja mucha libertad y, al mismo tiempo, es disciplinado y tiene las cosas muy claras. Trabajando con él siempre tengo la sensación de que todo es muy fácil y de que me tiene muy en cuenta.

EPTK: Cuenta Pablo Messiez que todos sus actores son siempre coautores de sus obras…

M.M: Porque es un trabajo colectivo y Pablo te compra muchas de las propuestas que le hagas. Si quieres cambiar una frase porque no te sientes cómoda o se te ocurre una manera distinta de resolver una situación, el ensayo siempre está abierto a esa posibilidad. No hay jerarquía en la dirección, aunque luego las decisiones las tome él y se note siempre su presencia.

EPTK: ¿Has reflexionado sobre el concepto ‘distancia de rescate’ que plantea la obra? [La distancia relativa que separa a una madre de su hijo, el espacio que puede permitirse para estar lejos sin que la vida de su hijo corra peligro]

M.M: Aunque nunca lo hayas oído, identificas el concepto. Lo conocía porque soy madre y sabía de la existencia de ese hilo en mi propio cuerpo, aunque no supiera cómo se llamaba. La novela me la leí del tirón, el vértigo te atrapa, y el personaje de Amanda me pareció tan complicado que me ponía bastante asumir el reto. Me parecía muy interesante esa cosa de mezclar tiempos y lugares, de no entender del todo la historia y de hablar del vínculo madre-hijo en esos términos.

EPTK: Cuando la obra empieza, el público sabe que el personaje de Amanda va a morir, que ella es consciente de su desaparición inminente. ¿Se puede materializar ese sentimiento sobre el escenario?

M.M: Es tan desconcertante que no hay ningún sitio al que te puedas anclar. La pena, la tristeza, la pérdida, la posibilidad de ver el final, el alivio, la paz… No hay ninguna certeza y no sé cómo se materializa. Con La distancia me suceden cosas físicas que nunca me habían ocurrido antes: temblores en las manos, taquicardias, rigidez, se me seca la boca… Y cada día cambian.

EPTK: La obra también denuncia una realidad: los casos en los que, en la Argentina profunda, se abusa de pesticidas en las plantaciones de soja con la consecuente intoxicación de las poblaciones colindantes. Sin ser teatro documental, el texto no esquiva el tema.

M.M: Cuando ensayábamos, salió una noticia de un envenenamiento provocado por el vertido de agua de riego en Madrid. No es una realidad tan lejana y aquí no se habla, pero también existe. El tema Monsanto es muy fuerte si te pones a investigar o buscar imágenes… Se me ponen los pelos de punta.

“No hay espacio para la pausa en esta función”

EPTK: Hay un punto esotérico en la función que contribuye a esa parte inexplicable de la trama y que alude directamente a la figura del curandero.

M.M: Esa parte le toca defenderla más a Estefanía de los Santos, pero yo en general soy muy mística. Lo intangible forma parte de la obra, pero no nos posicionamos con el tema,ni a favor ni en contra. Sí, es una realidad que existe, pero no queremos demonizar a nadie ni hacer juicios de valor.

EPTK: La distancia es una obra de ritmo vertiginoso y ágil, que mezcla presente y pasado en un juego espacio-temporal. ¿Cómo se trabaja con eso?

M.M: Así me pasan las cosas que me pasan en el cuerpo… Es la dificultad a la que me refería antes, y lo que más me apetecía. El ritmo va a más y hay mucho vértigo, pero es necesario para que la obra funcione. Pablo está atento para que ese ritmo no baje. No hay espacio para la pausa en esta función.

EPTK: ¿Qué lección extraes del texto?

M.M: La sensación de que el amor protector, en la maternidad o con la pareja, no se puede controlar. La dificultad de asumir que no está en nuestras manos que a quienes más queremos dejen de sufrir. Ahí entra la culpa, el remordimiento, el tormento… No hay manera de acertar y hay que asumir esa frustración.

María Morales interpreta a Amanda en La distancia, que puede verse en El Pavón Teatro Kamikaze del 1 al 13 de noviembre de 2016.