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Pascal Rambert: “Escribo para voces, no personajes”

Pascal Rambert: “Escribo para voces, no personajes”
9 agosto, 2017 quino

Cuando leemos Ensayo pensamos en La clausura del amor, aunque solo sea porque aquí también los personajes llevan los nombres de los actores que los interpretan. ¿Qué sentido tiene este guiño a La clausura del amor?

Pascal Rambert: Hace ya algún tiempo que no pongo nombres a los personajes o a las voces que escribo para los actores. Mi trabajo consiste en escribir para voces y cuerpos, no personajes. Les escucho, les veo. Es algo concreto. Son estos seres humanos, no son personajes de papel o de teatro. Evidentemente, lo que explican en La clausura del amor o en Ensayo no es su vida privada, pero contiene una forma de vibración que permite abrir las puertas a unas palabras que van a ser las suyas durante la función.

Siempre he trabajado con el ensamblaje de cuerpos en un espacio, con lo físico, con la potencia de la voz. Escribo en ciertas tesituras que funcionan en mi oído de una manera totalmente subjetiva en una asociación sonora que, en el caso de La clausura del amor, iba de Israel Elejalde a Bárbara Lennie. Teníamos dos energías. Una, lanzada de Israel a Bárbara, que la atrapaba y abrazaba como un disparo y que ella devolvía en su turno.

En Ensayo son energías directas que se suceden y encajan las unas en las otras. La primera es la de Fernanda, que se multiplica en la de María que, al mismo tiempo, entra en la de Jesús y termina en el interior del cuerpo de Israel.

Una de las particularidades de tu texto, que carece de puntuación como La clausura del amor, es el fracaso del todo dentro del todo: el pasado está dentro del presente, la ficción dentro de lo real, el ‘yo’ en el ‘nosotros’, el lejos dentro del aquí y viceversa. ¿Es un reflejo de tu pensamiento sobre el mundo?

Pascal Rambert: Ese fracaso “del todo dentro del todo” se parece a mis convicciones sobre la realidad, el mundo y la vida. No creo en aquello que dejamos más allá de las fronteras o que queda en el interior de nuestras barreras. Defiendo una fluidez entre las cosas y los seres, incluso dentro del conflicto. Más que una convicción es una creencia existencial en este flujo genial que es la vida. Yo estoy poseído por la energía de la vida. No soy alguien triste ni depresivo. Soy optimista y enérgico. Creo en esa vitalidad e intento magnificarla a través de la escritura y del arte en sí mismo. Para mí, esa es la definición del arte. Algo que no se detiene nunca, esa fuerza que me fascina completamente y que hoy acepto como un bien preciado para mi propia vida. Y también en el intercambio que establezco con los espectadores que vienen a ver mi trabajo desde hace veinte años.

En Ensayo hay dos estructuras: la primera está formada por cuatro actores/personajes (Fernanda, María, Jesús e Israel) y la segunda es un grupo ficticio formado por Stanley, Clay, Iris y Diane. También aparecen otros conjuntos: Stalin y su mujer, Mandelshtam y su esposa, Scott y Zelda Fitzgerald… ¿Qué pasa entre estos distintos niveles de estructura?

Pascal Rambert: La estructura, bajo esa apariencia efervescente, es muy simple. Asistimos a un momento de un ensayo en el que Fernanda se da cuenta, a través de una mirada de Jesús, de que hay algo entre él y María. A partir de ahí, intento mostrar cómo dentro de esa mirada se puede establecer un mundo. Un mundo que quiero que implosione. Estamos en diferentes niveles de realidad. Tengo la impresión de que lo que llamamos verdad no se ajusta necesariamente a lo que es la realidad, sino que se ajusta mejor al interior mismo de las ficciones. Encuentro muchos más momentos de verdad en el interior de ciertos momentos de teatro, danza o literatura que en la vida en sí misma. Para mí, la vida y la ficción es una suma de tiempos unidos los unos con los otros que no se interrumpen nunca. Esto que no se interrumpe nunca es uno de los temas posibles sobre los que gira Ensayo.

En Ensayo hay un deseo de enraizar el texto históricamente, geográficamente y literariamente con la Rusia de principios del siglo XX. ¿Por qué?

Pascal Rambert: Mis recientes viajes y trabajos en Moscú, Tiflis, Kiev, Yalta, Odessa, Bucarest y la ex Yugoslavia me han abierto esta perspectiva. Yo quería explicar la explosión de un grupo, de cómo las ideas y los momentos ideológicos explotan.

Hay una cosa de desencanto en el mundo de hoy que me parece maravilloso tratar de darle forma. Houellebecq nos ha mostrado el fin de un determinado mundo, pero lo que a mí me interesa es un mundo que bascula. ¿Cómo puedo contar yo este mundo, un mundo en el que habíamos creído pero que no para de cambiar delante de nosotros? Me gustaría ser la persona capaz de contarlo. Como hizo Chéjov cuando intentaba decirnos: cuidado, bebemos champán y contemplamos fuegos artificiales, pero bajo nuestros pies hay un mundo que se hunde. La percepción que yo tengo del mundo contemporáneo es la misma. No se trata de ser un visionario, basta con encontrar las palabras precisas y ponerlas juntas para hacer entender ese vaivén, ese cambio.

Chéjov está muy presente en el texto. A veces de manera frontal, otras de manera tangencial. ¿Es Ensayo una reinterpretación de la obra de Chéjov?

Pascal Rambert: Totalmente correcto, pero no solo de Chéjov. Yo trabajo por capas sucesivas porque me gusta orientarme al mismo tiempo que desoriento al que escucha. Me gusta que otros artistas me orienten y desorienten permanentemente. En Chéjov me gusta esa encrucijada continua: personajes que dicen una cosa y, tiempo después, se retractan. Adoro a Chéjov como si fuera amigo mío, pero no me atrevería a hacerlo tan evidente en mi obra. Eso no me impide recordar cómo supo servirse de lo real para transformarlo de una manera maravillosa. En cierto modo, es mi guía. Pensando en él, me digo a mí mismo: me levanto, voy a ensayar, trabajo y creo. Esta fuerza hace que ame la vida y tengo muchas ganas de transmitir ese amor.

Te referiste a La clausura del amor como una pieza de danza o una obra bailada. ¿Opinas lo mismo de Ensayo?

Pascal Rambert: Sí, porque no puedo escribir de otra manera. Solo puedo escribir para cuerpos y voces. Otros autores escriben historias. Nunca he estado fascinado por las historias. Yo no escribo obras que intenten demostrar algo políticamente.

Siempre he rechazado esa relación con la política que te dice cómo tienes que hacer o pensar las cosas. Pero puedo entablar otra relación que hable de la constatación real de un desierto. ¿Estamos en un desierto porque algo se acaba y nos tenemos que reinventar en algo nuevo? Sin duda. ¿Esto que pasa a nivel europeo ha pasado alguna vez en veinte siglos de historia? ¿Cuáles serán las próximas ideas que nacerán y que serán importantes en el futuro? Todas esas cosas me parecen muy bellas para reflexionar en escena. Ahora mismo estoy escribiendo una obra a partir de la idea de lo que fue Europa y la caída de los Balcanes. Reflexiono sobre lo que fue nuestro deseo de Europa, nuestra idea común y lo que se ha convertido Europa hoy, por qué es tan decepcionante para muchos y, al mismo tiempo, tan necesaria. Tengo ganas de poner estas cuestiones sobre el escenario de una manera histórica, política, estética, verbalizada y corporal. Soy un escritor que escribe para los cuerpos y las voces. Con estos medios me las he apañado para reflexionar en qué mundo vivo y darle una forma.

Entrevista realizada por Joelle Gayot
Fotografía: Vanessa Rábade

Ensayo se representa del 12 de septiembre al 8 de octubre en El Pavón Teatro Kamikaze