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Las múltiples vidas de ‘Barbados, etcétera’

Las múltiples vidas de ‘Barbados, etcétera’
17 octubre, 2017 quino

El proceso de escritura de Barbados, etcétera duró mucho tiempo. Algunos fragmentos los escribí­ hace años; otros, dí­as antes del estreno. Durante las muchas reencarnaciones por las que pasó, fueron surgiendo multitud de textos laterales, posibles caminos por los que podí­a haber avanzado la obra.

La segunda parte, La Última cuenta atrás, la probamos primero en forma de monólogo. Por muchos motivos fue evolucionando hasta lo que es ahora, pero presento aquí­ su primera encarnación -más un relato corto que una obra-, porque creo que se mantiene por sí­ misma.

Pablo Remón
Autor y director de Barbados, etcétera

MI FANTASÍA SEXUAL RECURRENTE CON EL GRUPO EUROPE, Y ALGUNOS DE SUS EFECTOS

Lo que cambió mi vida para siempre fue ver en televisión, siendo yo adolescente, un vídeo musical del grupo de rock duro Europe.

Ahí comienza mi fantasía sexual recurrente.

En mi fantasía recurrente, el fin del mundo tal y como lo conocemos está a punto de desaparecer, y los integrantes del grupo Europe lo saben hace tiempo (por qué lo saben ellos y nadie más no está claro en la fantasía recurrente, pero tiene que ver con la especial sensibilidad de los integrantes del grupo Europe, y en especial de su cantante Joey Tempest). El caso es que estoy en mi casa, en mi casa real, en la que vivía por aquel entonces, y el propio Joey Tempest se presenta en mi ventana (apoyado en la cornisa, tapándome con su maravilloso cuerpo escandinavo la horrible vista del edificio de hormigón de enfrente) y me tiende la mano para que escapemos en su nave espacial.

Hay que entender que se trata de la fantasía de una adolescente, es decir, de alguien que por supuesto no ha alcanzado la madurez sexual, y que mezcla elementos sexuales (enseguida llego a eso) con obsesiones típicamente adolescentes: en este caso, la necesidad de ser salvada, el deseo de escapar, etcétera.

En la fantasía, Joey solo habla inglés, lo que supongo que es un intento por mi parte de darle una cierta coherencia a la fantasía, que sabes que debe regirse por unas reglas muy estrictas, o si no, se desmorona.

Joey habla inglés y yo no lo entiendo. Sin embargo, su mirada lo dice todo: sabe que me da pena abandonar a mi familia, en especial a mi hermana mayor. Joey lleva meses preparando la nave porque el mundo tal y como lo conocemos está a punto de desaparecer. Una multitud de catástrofes no demasiado definidas, pero absolutamente letales, van a terminar con el planeta. Yo dudo. Como que me da pena mi madre, que está siempre sola, viendo telenovelas con la persiana del salón a medio bajar, pero finalmente cojo la mano de Joey y vamos juntos a su nave.

Por supuesto la fantasía, como todas las fantasías sexuales adolescentes, está hecha con imágenes mentales robadas de aquí y de allá. Es decir, está hecha, como los sueños, de una especie de detritus mental, de un excedente de imágenes. En este caso, mi fantasía está claramente inspirada en el videoclip de The Final Countdown. Es decir, tienes que imaginarte la fantasía con ese estilo visual típico de los ochenta, tipo MTV: cortes rápidos, zooms, formato cuadrado, color saturado… todo esa retórica visual pasada de moda, que hacía furor entonces. Así era mi fantasía y así tienes que imaginártela tú. ¿De acuerdo?

Así que Joey Tempest no me lleva a su nave espacial volando. Me coge de la mano, yo salgo por la ventana de mi habitación, y ¡chas!, aparecemos en su nave por corte. Puro recurso de montaje. ¿Cómo llegamos? No se sabe.

Incoherencias así se repiten en la fantasía, por lo que te pido que hagas un esfuerzo por ponerte en la cabeza de una preadolescente con ciertos problemas (no voy a negártelo) de timidez e inseguridad, y con unos padres que están retrasando innecesariamente el momento de divorciarse. A esta preadolescente, que te recuerdo que está fantaseando con el cantante del grupo Europe, lo último que le importa es la lógica. Esto creo que es obvio. Así que Joey Tempest me coge de la mano y ¡chas!, por corte estamos en su nave. La nave tiene ese aspecto de cartón piedra típico de series como Galáctica, con puertas octogonales que se abren automáticamente, todo ese rollo.

En realidad no hay solo una nave, hay cinco. Una por cada integrante del grupo Europe. Enseguida verás que es necesario que haya cinco naves, porque de esta manera yo viajo sola en la nave con Joey. Es conveniente para la fantasía, digamos. Se supone que cada uno de los integrantes del grupo Europe ha elegido a una fan (Joey me ha elegido a mí, por supuesto) con la intención de formar juntos una colonia en Venus, a partir de la cual repoblar la raza humana, a modo de arca de Noé, y con suerte crear una nueva especie menos enfocada en la guerra y la destrucción y más en el amor y en el rock duro, valores del grupo Europe.

Verás también que la fantasía combina elementos post-apocalípticos y eróticos (enseguida llego a eso) con cierto discurso neo-hippie y ecologista, que es interesante porque anticipa temas que después me han interesado en la vida adulta.

El caso es que durante el trayecto a Venus sucede la catástrofe: una lluvia de meteoritos y de cometas-barra-bolas de fuego caen sobre la Tierra destruyéndolo todo. Lamentablemente (aunque para mi conveniencia), los meteoritos destruyen también las otras cuatro naves, de forma que los demás integrantes del grupo Europe, junto con las fans elegidas para la repoblación de la raza humana, fallecen irremediablemente entre grandes explosiones, que Joey y yo vemos sin poder hacer nada a través de la escotilla de nuestra nave.

Lo que sucede después de los meteoritos, obvio, es que Joey se derrumba.

Porque claro, su fiel guitarrista John Norum y su fiel bajista John Leven y su fiel organista Mic Michaeli y su fiel batería Ian Haugland, sus fieles escuderos con los que montó desde cero primero la banda seminal Force y después la definitiva Europe, que ha revolucionado, si no inventado, el hard rock en el mundo, y con los que ha conseguido un éxito inigualable, todos estos miembros acaban de fallecer en la tormenta de meteoritos, a pesar del esfuerzo común y la previsión de haber construido cinco (¡cinco!) naves espaciales. Ahí Joey se derrumba, digo, y se echa a llorar.

Por su bellísima cara de vikingo caen gruesos lagrimones. El pelo cardado y rizado… se mesa los cabellos. Esta es la imagen, fíjate, se mesa los cabellos y aprieta los puños en actitud de rabia, y golpea la mesa de control de la nave y, en resumen, se derrumba.

Este es el momento, como podrás ver fácilmente, de crisis o caída en el infierno, Jesús en el Monte de los Olivos, etcétera.

Es mi turno. Tengo que intervenir. Abrazo a Joey y le tranquilizo y le hago levantar la cabeza, inundada de lágrimas, para mirarme, y le digo que no debe derrumbarse, que ha hecho todo lo posible y que sus compañeros vivirán siempre en el recuerdo (y en las canciones, claro, en himnos ya imborrables como Carrie o Rock the Night), y aunque él no me entiende porque no habla castellano, parece que sí me entiende, o que al menos el sentido de lo que le estoy diciendo le llega directamente al corazón, porque me besa y al momento yo le beso también, y pronto (ya puedes imaginarte) estamos revolcándonos por el suelo de la nave, presas de una pasión irrefrenable y plenamente justificada, que desemboca, claro, en un coito liberador y catártico, durante el cual Joey tiene la suficiente entereza y/o altura de miras para hacer un último homenaje a sus compañeros (y de paso a toda la humanidad), apretando el botón de play de la nave y haciendo que suene el himno de Europe, The Final Countdown o La última cuenta atrás, que aquí, en este contexto, adquiere todo su sentido mientras la Tierra explota y nosotros, Joey y yo, tenemos un orgasmo simultáneo que de alguna manera nos compensa por la pérdida de todo lo que hay en el mundo.

Ese momento, claro, el momento en el que Joey Tempest aprieta el botón de play, era el momento que yo escogía para, en la vida real, pulsar play en el walkman marca Casio, auto-reverse, que había pedido como regalo de cumpleaños, y escuchar la canción The Final Countdown o La última cuenta atrás en la vida real, mientras las imágenes de Joey y yo copulando en la nave se sucedían en mi cabeza y yo, bueno, pues imagínate, me masturbaba o… Sí, habitualmente me masturbaba.

¿Te resulta violento que te cuente esto?

Hasta ahí la fantasía masturbatoria a la que yo recurría de adolescente. No parece nada del otro mundo. Quizá es algo más elaborada de lo habitual. Habrás notado la propensión a la catástrofe, como si fuera necesaria la muerte de toda la población para que yo pudiera disfrutar en soledad de Joey (lo cual eliminaba de raíz el tema de los celos, claro, porque ninguna otra hembra humana había sobrevivido a la catástrofe, de manera que las inseguridades que me atenazaban en el mundo real, la inseguridad, por ejemplo, de tener las caderas demasiado grandes o de llevar aparato, no tenían lugar en la fantasía).

El problema viene cuando, a base de repetir esa fantasía, mi cuerpo y mi mente identifican el orgasmo y el disfrute sexual con la canción La última cuenta atrás, hasta el punto de que parece imposible una cosa sin la otra. El disfrute sexual sin la canción La última cuenta atrás, quiero decir. De manera que para excitarme sexualmente me resulta indispensable escuchar, aunque sea de fondo en mi cabeza, la riff inicial del teclado de La última cuenta atrás, con los problemas, obvios, que te puedes imaginar.

Porque, en resumen, una vez que mi cuerpo y mi mente han identificado como uno solo el sexo y este tema musical, no hay manera de separarlos. Y eso es lo que me ha pasado contigo. Esta especie de frenesí… totalmente vergonzante… Todo esto de, en el momento del orgasmo, cantar a voz en grito ese estribillo, ese nino nino, nino nino… Obviamente me avergüenza y te voy a decir la verdad, me ha costado muchas relaciones.

Por suerte, como sé lo que pasa, estoy haciendo este esfuerzo por contarte de donde viene, para que no pienses que es una cosa totalmente rara o… Estoy trabajando en ello con un psicoterapeuta.

Espero que te des cuenta de que no solo me estoy esforzando en contarte esta fantasía con todos los detalles que soy capaz de recordar, sino que sobre todo me estoy esforzando en vencer la vergüenza que toda esta fantasía me produce, porque creo que es importante que reconozcamos que la vida sexual es algo muy complejo y que la narrativa y la fantasía juegan un papel importantísimo, aunque a veces cueste reconocerlo. ¿Te ha pasado alguna vez que estás teniendo relaciones sexuales con alguien y de repente te separas y te ves desde fuera, como si dijéramos? Es algo frustrante porque parece que lo que añade misterio a las relaciones sexuales y las hace… profundas, o en el mejor de los casos, profundas y verdaderas, en el sentido kantiano de la palabra, lo que hace que una relación sexual sea verdaderamente una relación es ese sumergirse completamente en la narrativa, que es muy personal y difícil de transmitir, porque parece que en el momento en que la cuentas se… deshace. Por eso tengo especial cuidado en contarte esto, porque en mi caso concreto esa narrativa, ese teatro en el que tengo que sumergirme para disfrutar plenamente de la situación incluye todo esta parafernalia relacionada con las naves espaciales, la salvación, el apocalipsis y el rock duro.

Espero que te des cuenta de que esto significa, justamente, que realmente me interesas. Y que por eso estaba hace un momento, mientras teníamos sexo, inmersa en toda esa narrativa que, la verdad (¿para qué mentir?) me excita un montón. Me pone súper cachonda. ¿Qué puedo decirte? Me he dejado llevar y por eso he empezado a cantar como una loca The Final Countdown. ¿Qué crees que es todo esto que te estoy contando, sino un intento de ser sincera? ¿Por qué crees que te lo cuento? Hacía años que no me pasaba. ¿Sabes lo que significa para mí? ¿Te lo tengo que deletrear? ¿De verdad te lo tengo que deletrear?

Ahora me estoy acordando de que la fantasía tenía un epílogo, en el que Joey Tempest y yo formamos una colonia en Venus, tenemos muchos hijos y los llamamos con los nombres de los miembros de la banda muertos, a modo de homenaje. Joey les enseña a tocar los distintos instrumentos y pronto refundamos no solo la raza humana, sino también el grupo Europe.

Yo soy la manager del grupo. Vamos de gira en la nave espacial, por los distintos planetas en los que ahora vive la raza humana.

Toda la raza humana, menos Joey Tempest, son mis hijos.

Los quiero a todos y nunca, vaya donde vaya, estoy sola. Porque todos son mis hijos, o mi amor.

Y así termina mi fantasía recurrente.

Barbados, etcétera  puede verse en El Ambigú de El Pavón Teatro Kamikaze del 16 de octubre al 2 de noviembre de 2017.
Fotos posados: Vanessa Rábade
Fotos escena: Vicente A. Jiménez