Cada vez que acabo de diseñar un proyecto, pienso que ya tengo el método pillado para diseñar el siguiente, pero cuando empiezo el siguiente, comienza algo completamente diferente, con un lenguaje único, nuevo. Cada director y cada equipo es un mundo y eso es lo que hace especial este trabajo: te da la oportunidad de impregnarte de universos diferentes y de aprender continuamente.
Escenas de caza es el segundo proyecto de Malditos Compañía y mi sexto montaje con Alberto Velasco. Eso hace que nos entendamos bien. He de reconocer que esta vez nos resultó más complicado encontrar la propuesta escénica, que llegó después de dos diseños. Gracias a ese proceso hemos conseguido darle un lenguaje propio a la escenografía.
La función se inspira en la obra cinematográfica Escenas de caza en la baja Baviera (Peter Fleischmann, 1969). Como en Danzad malditos, el proceso de creación fue algo diferente de lo común. Un laboratorio de investigación en el que Alberto y yo empezamos a trabajar antes de que se terminase el texto. Lo cual me parece atractivo porque siento que trata la escenografía como otro personaje más, creando con él coreografías, movimientos y escenas. No es algo que acompañe sino todo lo contrario, la escenografía está presente, la palpas, la vives y la hueles.
El espectáculo empieza con el telón medio subido y el estercolero toma, gracias a la iluminación de David Picazo, un aspecto de brasa. Desde el principio parece que algo se cocina a fuego lento…
La escenografía está compuesta por pocos elementos en los que vive un pueblo hermético, cruel e impuro:
1- El Agnus Dei de Francisco de Zurbarán
2- Un vertedero (con rocas y basura) donde se desarrollan las escenas de caza hacia el chivo.
3- Una piñata y un cerdo, entre otros elementos.
La idea es plantear un contraste muy grande entre dos mundos que se funden. Plásticamente, tiene un peso muy importante la verbena, la persecución, la matanza del cerdo… Un actor encarna a la víctima de un rito de persecución que empieza con una piñata que baja desde el peine. Tanto en la realidad como en esta obra, el chivo puede ser cualquiera, de hecho en principio se planteó la idea de que en cada función se eligiera al azar qué actor iba a encarnar al perseguido esa noche.
La piñata rememora una vaca adornada de flecos impregnados de “chapapote blanco”, recordando un poco el estilo de la piñata mexicana con algunas diferencias: tiene muchas cintas y solo una va a ser la que active el mecanismo de apertura, soltando el contenido encima de uno de los actores. De ahora en adelante, ese será el chivo que se convierta en el saco de todos los golpes.
Un pueblo dispuesto a la violencia y a la crueldad convive con un enorme cordero de fondo. Se trata de un telón de 8×4 metros pintado a mano que reproduce el Agnus Dei de Zurbarán –originalmente pintado entre 1635 y 1640 y con unas dimensiones de 38x62cm–. Zurbarán ata las cuatro patas del cordero de Dios y las presenta al espectador para dar mayor sensación de volumen y hacerle partícipe así de la escena. La figura se recorta sobre un fondo negro que, según la iluminación, da la sensación de que el cordero está flotando y ejerce un control absoluto sobre el pueblo como si se tratara del ojo del gran hermano. Además, el cordero de Dios remite a Jesucristo como víctima ofrecida en sacrificio por los pecados de los hombres.
Alessio Meloni
Escenógrafo de Escenas de caza
Fotos: Chuchi Guerra
Escenas de caza se representa del 6 al 18 de febrero de 2018 en El Pavón Teatro Kamikaze.