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El lenguaje de ‘La clausura del amor’

El lenguaje de ‘La clausura del amor’
21 enero, 2017 quino

Una pareja clausura su amor. Él rompe el hielo y expone sus argumentos, sus quejas, su dolor, su rabia, su amor durante casi una hora. Sin interrupciones. Con un lenguaje preciso, quirúrgico, torrencial, apenas hay pausas, las frases son largas, se encadenan entre sí, las palabras se reformulan, habla sin rodeos. “¿Quién habla así hoy en día? ¡Pues yo hablo así!”, dice. Rememora los momentos pasados juntos, no todo ha sido malo pero él se siente prisionero en esa relación, atrapado en una red. La relación se ha convertido en un mausoleo.

Como en muchas parejas, el momento de la separación les transforma, las palabras se vuelven violentas y saben dónde hacer daño, pero es que “los seres humanos se hacen estas cosas”. No quiere nada material, solo una silla y un dibujo y, por supuesto, a sus hijos, que no van a ser una mercancía porque, si ella es una loba, él es un lobo. Poco a poco, con sus palabras se va construyendo su barrera de protección, su cercado, su clotûre. Mientras, ella encaja los golpes sin decir ni una palabra, mirándole de frente. A veces no puede más y se derrumba y él le exige que se levante, que no muestre su debilidad. Debe escuchar todo lo que tiene que decirle, porque ella es fuerte.

Adelante, es la guerra, una guerra cuerpo a cuerpo, como la de los soldados de Napoleón, una guerra de bayonetas. Pero cuando él termina de hablar y hace intención de irse, ella le detiene. Tras lo que acaba de escuchar debe de estar destrozada y no crees que pueda recuperarse, pero sí, sí puede. Y no, no va a marcharse así como así, ahora le toca a ella rebatirle, criticarle, reprocharle, dispararle. No da crédito, no reconoce a la persona que tiene delante: “¿De dónde sacas esas expresiones? ¿Qué es ese nuevo lenguaje?”. Y le desmonta todos sus argumentos, le muestra su visión de la relación, más pasional y más tierna. Ella no quiere nada material, se queda solo con instantes vividos y palabras dichas. Y no va a entrar en su guerra porque, en el fondo, siente pena por él porque su castigo será la soledad.

 

Para Pascal Rambert, es una obra donde “lo más importante es el lenguaje, esencialmente es texto, la forma en cómo usamos el lenguaje en determinadas circunstancias es más efectiva que la tortura física. Las palabras dichas actúan sobre el cuerpo con dureza, y podemos ver cuál es el efecto del lenguaje, que sale de un cuerpo, atraviesa un espacio y llega al cuerpo del otro”. Es una ruptura pero nunca antes habíamos visto a una pareja romper así, no hay tópicos, el lenguaje es nuevo, él quiere “reparametrizar su relación”, “cambiar los códigos” ante la sorpresa de ella: “Noto tu cuerpo queriéndome arrancar la lengua con todas sus fuerzas, queriendo asesinar mis elementos de lenguaje”, dice él.

Ese lenguaje nuevo se refleja ya desde el título, como dice Rambert: “Fue la belleza de la palabra “clausura” lo que me atrajo. Me gustó mucho La Clôture, el libro de Jean Rolin que habla sobre el bulevar que rodea París. La Clôture hizo un recorrido dentro de mí. Un poco como la trayectoria del planeta Melancolía, en la película de Lars von Trier, ‘clausura’ se pegó como un satélite a la palabra ‘amor’. Por otra parte, me apetecía algo muy simple: una persona entra en escena y habla”. Una pareja clausura su amor y te hechiza y absorbe.

 Coto Adánez
Traductora y adaptadora de La clausura del amor

La obra La clausura del amor puede verse hasta el 3 de febrero en El Pavón Teatro Kamikaze.