El tiempo tiene una cualidad elástica asombrosa. Han pasado diez años desde que estrenamos La función por hacer y, sin embargo, recuerdo como si fuera ayer los momentos en los que deteníamos los ensayos y salíamos a fumar a la puerta del local de la calle San Roque de Madrid donde la estábamos montando.
Era agosto de 2009, hacía un calor sofocante y no teníamos nada que perder. “Un mes de ensayos” –dije a los actores– “y después ofreceremos, en el propio local, un par de funciones para amigos y algún programador. Si conseguimos un teatro, la estrenamos y, si no, nos tomamos unas cañas”. Algo tan prosaico había que decir para disipar la falta de interés que el proyecto había concitado allí donde Aitor Tejada y yo lo habíamos ido a presentar buscando espacio para estrenarlo.
El mes que nos habíamos puesto de plazo para los ensayos –no teníamos dinero para pagar más días– pasó volando. Recuerdo mis conversaciones con Aitor mientras volvíamos a casa después de cada jornada de trabajo sorprendido ante la fluidez del proceso. Nos habían dicho tantas veces –cuando intentamos que otros produjeran el espectáculo– que, por complejo y enrevesado, el texto no iba a interesar a nadie, que me resultaba sorprendente escucharlo fluir orgánico y poderoso en boca de esos seis actores. Había tal química entre ellos que daba la impresión de que llevaran trabajando juntos desde hacía mucho tiempo.
Hicimos esas tres representaciones a primeros de septiembre. Cuarenta espectadores aproximadamente por función. A una de ellas vino Ayanta Barilli que, por aquel entonces, programaba el Teatro Lara. Después de ver la función nos ofreció estrenarla en el hall del teatro. Haríamos funciones los fines de semana de diciembre y enero una vez que terminara el espectáculo de la sala principal.
Estrenamos en el hall del Teatro Lara el 4 de diciembre de 2009. En la sala principal estaba programado un espectáculo de magia. Cuando este terminaba, Aitor y yo comenzábamos a desplegar la nuestra: debíamos empujar suavemente a los espectadores para que abandonaran el recinto a la mayor velocidad posible sin que notaran que los estábamos echando (evidentemente ellos no tenían la misma prisa que nosotros). En menos de quince minutos transformábamos el hall del teatro en una sala de teatro off. Colocábamos a toda velocidad la moqueta en donde se situaba el banco y el caballete con el cuadro que abría la función y disponíamos alrededor las casi cien sillas para los espectadores. Cuando acabábamos, abríamos puertas a la carrera para no retrasar aún más la hora de comienzo que, por lo general, no era antes de las once de la noche. Ese invierno cayeron dos nevadas enormes en Madrid, pero a pesar del frío y lo intempestivo de la hora, lo petamos.
Recuerdo que cuando Aitor y yo llegábamos al teatro, los actores ya estaban calentando en el hall y nos miraban expectantes porque todos los días teníamos noticias que dar: tal o cual insigne había llamado para intentar conseguir una invitación porque las entradas estaban agotadas, había salido una crítica cojonuda o habían llamado de tal o cual sitio y comenzaba a tomar forma la posibilidad real de hacer una gira e, incluso, de volver a Madrid a un teatro oficial en una sala de verdad… Lo recuerdo todo como si estuviéramos hablando de algo que sucedió la semana pasada y, al mismo tiempo, tengo la sensación –imagino que por esa cualidad elástica de la que hablaba– de que todo sucedió en otra vida. ¡Han pasado tantas cosas! Vinieron los insignes y los anónimos, salieron muchas críticas estupendas (algunas malas también, pero nuestro entusiasmo era tal que nos las pasábamos literalmente por el arco del triunfo), hicimos una larguísima gira nacional e internacional, nos cayeron un montón de premios, pusimos en pie Veraneantes, reestrenamos La función por hacer en la sala pequeña del Teatro Español y después en la José Luis Alonso del Teatro de La Abadía, pusimos en pie Misántropo y Hamlet y muchas más. ¡Inauguramos con La función por hacer el espacio del Ambigú en nuestro propio teatro, El Pavón Teatro Kamikaze! En fin, que ni en nuestros mejores sueños, y mira que somos bastante flipados cuando de soñar se trata.
Hay un momento en La función por hacer en la que el Hermano Mayor le pide al Actor que se piense a sí mismo hace diez años.
Hermano mayor.- Solo quisiera saber si ahora, con la perspectiva de los años, te identificas con el que eras hace diez años, por ejemplo. Si tienes ahora las mismas ilusiones de entonces… Si cuanto había en tu interior y lo que te rodeaba te sigue pareciendo ahora igual que antes… cuando todo era real y existía…
Actor.- Hombre… pues no. He madurado, he evolucionado… Soy una persona diferente…
Hermano mayor.- Claro, claro… y al pensar en esa persona que eras y que ya no serás jamás… ¿no sientes que todo se derrumba a tus pies, el suelo, la tierra misma, al pensar que tú, tal como ahora te percibes, toda tu realidad de hoy en día está destinada a parecerte mañana una mera ilusión?
Actor.- (Abrumado por la minuciosa argumentación, bromea) ¿Qué es la vida? Una ilusión. Una sombra, una ficción…
Hermano mayor.- ¿Realmente lo tienes tan claro o sólo bromeas para alejar la incertidumbre? Porque si nosotros no poseemos otra realidad más allá de la ilusión, no estaría de más que también tú desconfiaras de tu propia realidad.
Actor.- ¿Crees que no soy real?
Hermano mayor.- El destino de todo lo que os parece real, y podéis tocar, está destinado a revelarse mañana como una ilusión.
Estos días que ando recopilando fotografías para ilustrar estos 10 años que han transcurrido desde ese verano de 2009, tengo una extraña mezcla de sentimientos. Me río, me emociono, me sorprendo, me pongo nostálgico (no mucho, la verdad, soy poco dado a pensar que cualquier tiempo pasado fue mejor). Lo que debo reconocer es que me pone los pelos de punta la velocidad a la que pasa la vida. Puede que esta sensación de que el tiempo tiene una cualidad elástica no sea sino una pobre estrategia para protegernos contra su fugacidad, una ilusión, porque la realidad es que el tiempo pasa y nos hacemos mayores sin elasticidad ninguna. Si fuera yo el que tuviera que contestar a la pregunta de si sigo siendo el mismo después de estos diez años, la respuesta sería rotundamente no. ¡Afortunadamente, por otra parte! El cambio es paradójicamente lo único constante a lo que podemos agarrarnos, y el que se detiene para mirarse a sí mismo con el afán de inmovilizar el tiempo, o bien es porque se ha muerto o porque se ha convertido en un personaje pirandelliano de esos que se ven vivir atrapados para siempre en un momento de su existencia.
La función por hacer tampoco es la misma que estrenamos aquel verano de 2009. En estos diez años, esa habitación que la contiene se ha llenado de experiencias, giras, plazas fáciles y plazas complicadas, a la italiana, a tres bandas, a cuatro, enamoramientos, parejas, rupturas, muertes, muchísimos nacimientos, subtítulos, nuevos proyectos, sustituciones, reescrituras, reensayos, risas, llantos, amores, desamores, alejamientos, reencuentros, premios, nuevas amistades y colaboradores, nuevas formas de mirar, enfados, alegrías, estrenos, cambios de perspectiva, cansancio, decepción, energías renovadas, amigos, enemigos, más risas, más llantos, más desamor, más amor… Y suma y sigue. Y La función por hacer, a pesar de que esta vez, aprovechando la redondez de la fecha, pretenda cerrar un ciclo, nunca estará hecha. Porque eso es el teatro, porque eso es la vida.
Mujer.- Quiero repetir mi historia para volver a sentirla… Como si fuera por primera vez. El mismo amor, la misma pasión, el mismo dolor… la misma emoción. Sé que no puedo cambiar nada y aun así me entrego a ella una y otra vez. Nunca se agota la esperanza de que algo suceda y al final pueda marcharme. Eso es lo que me mantiene viva…
Y ahí seguimos: It´s still the same story/ a fight for love and glory./ A case of do or die./ The world will always welcome lovers/ As time goes by.
Gracias a todos los que de una manera u otra habéis colaborado a colmar estos diez años de vida. Puede que definitivamente todo sea una ilusión, que, como dice Pirandello, la vida no tenga una realidad por sí misma porque es un flujo continuo e indistinto. Pero si me empirandello pienso que cuanto más irreales se me antojan estos diez años tanto más verdaderos los siento… La ilusión sigue viva.
Miguel del Arco
Coautor y director de La función por hacer
Fotos: Cristóbal Suárez, Emilio Gómez y Vanessa Rábade
La función por hacer 10º aniversario se representa del 26 de junio al 26 de julio de 2019 en El Pavón Teatro Kamikaze.