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Apuntes sobre la residencia artística ‘Una enloquecida aventura interior’

Apuntes sobre la residencia artística ‘Una enloquecida aventura interior’
20 mayo, 2018 quino

Desde finales de 2017 hasta mayo de 2018, mis compañeras Aldana Herrera Möller (con la que fundé la compañía Essere Colpito), Silvia Herraiz, Sandra Holguín, Marta Maestro, Raquel Varela, Raquel Verdugo y yo, Sheyla Niño, hemos podido disfrutar de la I Residencia de El Pavón Teatro Kamikaze con nuestro proyecto escénico dedicado a las “poetas suicidas” Una enloquecida aventura interior.

Aunque Aldana, Sandra y yo llevábamos desde 2015 investigando a algunas de estas poetas –en concreto a Sylvia Plath, Alejandra Pizarnik y Virginia Woolf–, no fue hasta enero de 2017 cuando el proyecto comenzó a ponerse en pie. Se incorporó el resto de las actrices y creció el número de poetas con Violeta Parra, Anne Sexton y Alfonsina Storni.

El trabajo anterior a la residencia es lo que por norma vivimos los actores cuando decidimos montar una obra: conseguir cuadrar horarios, buscar salas de ensayo y poder pagarlas…. Nada nuevo. Nosotras continuábamos nuestro camino investigando a las distintas poetas, seleccionando textos, haciendo propuestas a partir de los diferentes fragmentos de diarios, cartas, poemas…

La verdadera aventura, y lo que a día de hoy aún nos cuesta creer, es que el equipo de El Pavón Teatro Kamikaze –en concreto Jordi Buxó, el primero en interesarse por nuestro proyecto– nos diese la oportunidad de convertirnos en las primeras residentes del Teatro Kamikaze.

Desde el primer momento y con total inmediatez, pusieron a nuestra disposición un espacio, el Gallinero del teatro. Cada semana, desde finales del año pasado, hemos contado con un mínimo de cuatro días de ensayos en los que el proyecto fue tomando forma. El tiempo de ensayos que nos han proporcionado, al igual que el espacio, nos permitieron realizar un trabajo creativo más exhaustivo. Las primeras semanas, ya con estructura cerrada, esquema de recorrido de la obra y textos seleccionados, realizamos multitud de ejercicios psicofísicos. Nuestra obra muestra como espacio de salida un hospital psiquiátrico y nuestras poetas viajan por su pasado, presente y futuro ansiado sin salir de ese lugar. Escapan únicamente con su imaginación, por lo cual esas primeras semanas estuvieron muy enfocadas al trabajo de atmósferas, a reconocer y encontrar cómo era nuestro cuerpo –el de nuestras poetas– cuando estaban en ese mundo real y cuando lograban evadirse de él a través de sus creaciones. Esta primera etapa fue una de las más fructíferas para todas, ya que con esta clase de ejercicios logramos encontrar los puntos básicos de nuestros personajes.

El siguiente paso fue reelaborar el texto. Cada una habíamos seleccionado una serie de textos de nuestras poetas, fragmentos que fueran potenciales para la historia que queríamos contar. Habíamos marcado una serie de “casillas” por las que pasarían nuestras poetas: la realidad (el psiquiátrico), la belleza, el amor, el sexo, la maternidad, el triunfo, la enfermedad y la muerte.

Partiendo del texto real que la poeta dejó plasmado, comenzamos a indagar en lo que pudo haber sido el primer impulso, qué vivió la autora para acabar escribiendo ese texto. A partir de datos reales que teníamos de las autoras y de una serie de situaciones imaginarias con esas circunstancias, cada actriz fue creando un nuevo texto. La mayoría de las veces hemos partido de improvisaciones que hemos repetido cambiando algunos patrones, pero con el mismo conflicto. De esta forma, había más de una versión del texto de la actriz hablando sobre lo que la poeta escribió. Después de recopilar los diversos textos de cada actriz, yo podía elaborar uno eligiendo lo más interesante de cada improvisación.

Tanto el trabajo de texto como el psicofísico son trabajos muy concretos que, de no haber tenido esta residencia, se habrían alargado demasiado en el tiempo o, incluso, habríamos tenido que sacrificar en gran parte por razones de espacio y económicas. Por ello es fundamental la aportación del Gallinero y el resto de espacios que nos ha brindado El Pavón Teatro Kamikaze.

Uno de los momentos fundamentales en nuestra residencia fue el ensayo abierto que realizamos el Día Mundial del Teatro. A mes y medio del estreno, aunque teníamos muchas cosas cerradas, no me parecía buena idea exponer a las actrices a un trabajo de escenas como tal, ya que los textos habían variado y se habían cerrado hacía relativamente poco. Pensé que podía ser contraproducente, ya que las actrices aún no estaban seguras con el texto ni habíamos terminado de trabajarlo, si es que alguna vez se termina.

Por eso, y después de haber realizado un pase de la obra habitando solo las diferentes atmósferas, tanto del mundo real como del imaginario, decidimos que eso era precisamente lo que íbamos a mostrar: la forma en la que habíamos trabajado. Si bien es cierto que es la primera vez que dirijo un montaje, creo que encontramos un lenguaje común y una forma de habitar las vidas de estas mujeres.

El ensayo abierto era un reto. En primer lugar, porque suponía el primer contacto con el público y, aunque realizaríamos un trabajo de atmósferas, no quedaba descartado que apareciesen frases o textos completos de la obra, siempre y cuando surgiesen de esos ejercicios.

En segundo lugar, porque al mostrar un ensayo tal cual, sería yo quien lo dirigiría. Me producía bastante inseguridad, por ser mi primera experiencia como directora, mostrarlo ante el público del Teatro Kamikaze.

En tercer lugar, porque no era el tipo de ensayos que se suelen ver. Solemos ver ensayos muy cercanos al estreno, cuando casi todo el trabajo está hecho. En nuestro caso, aún faltaba mucho camino.

A pesar de los nervios, de la incertidumbre sobre cómo recibirían los asistentes un ensayo así –coincidíamos en que como actrices nos gustaría ver la forma de trabajar de diferentes compañías, pero no sabíamos si sería interesante para alguien que no se dedicase a la profesión–, creo que realizar el ensayo abierto ha sido de las mejores experiencias que hemos vivido dentro de la residencia.

El ensayo gustó, causó expectativa. En el posterior coloquio, los asistentes nos comentaron qué habían visto, qué habían descubierto del personaje, qué les había llamado la atención, en qué momentos se habían quedado con ganas de ver más. Fue enormemente satisfactorio comprobar que el ensayo había funcionado. De la misma forma que nos reconfortó, también nos incentivó a realizar un buen trabajo final.

Afrontamos la última parte del proceso con muchas ganas, pero también con inquietud. Tras meses dirigiendo el proyecto, yo “entré” a trabajar mi personaje. Lo que supuso una dificultad más, de la cual ya me había avisado la mayoría de la gente de la profesión. En el momento en el que entré como personaje, no conseguía dejar de ver como directora. Además, empezamos a realizar los primeros pases en el Ambigú, donde finalmente realizaríamos nuestra exhibición.

De entrada, no sabía cómo organizarme. Muchas de las ideas que tenía no sabía cómo llevarlas a cabo en ese lugar. Una nueva reunión con Jordi Buxó, Alex Foulkes y Paloma Parra nos abrió los ojos. Nos propusieron diferentes formas de “habitar” ese lugar, de convertirlo en nuestro psiquiátrico. Es fundamental la ayuda que nos han prestado los profesionales de El Pavón durante todo el proceso y en concreto las últimas semanas, en las que los nervios estaban a flor de piel y queríamos realizar un buen trabajo, más aún siendo la primera residencia.

Las dos últimas semanas, el equipo del teatro ha hecho todo lo posible para que pudiésemos tener el mayor tiempo en el espacio. El día del ensayo general y  los posteriores días de función, nos sentimos arropadas constantemente. Ha sido un privilegio y un placer ser la primera residencia. Queremos agradecer a todo el equipo por abrirnos las puertas de su casa y enloquecer con nosotras.

Sheyla Niño
Directora de ‘Una enloquecida aventura interior’
 Fotos: Nacho Laseca y Álvaro Serrano Sierra

 

Una enloquecida aventura interior forma parte de la I Residencia Artística El Pavón Teatro Kamikaze y puede verse del 9 al 11 de mayo y del 17 al 21 de octubre de 2018 en El Pavón Teatro Kamikaze.